Restaurar para resistir: la lucha por las zonas verdes en el municipio Santo Domingo (provincia de Santo Domingo de los Tsáchilas, Ecuador)

Por: Marisol Angulo, Red Ecuatoriana de Forestería Análoga (REFA) y Juliana Gutiérrez Rico

Marisol Angulo, impulsora del Bosque Análogo San Jorge, es una mujer defensora de su territorio que forma parte de la Red Ecuatoriana de Forestería Análoga (REFA), organización socia de la Red Internacional de Forestería Análoga (RIFA). Somos un movimiento mundial para aprender del bosque y poner la biodiversidad como prioridad.

Santo Domingo es una ciudad ubicada en un punto estratégico, entre la Sierra y la Costa de Ecuador. Por ello, en las últimas décadas ha tenido un crecimiento económico y estructural exponencial. Ese crecimiento ha estado marcado por una fuerte presión inmobiliaria, un modelo de desarrollo centrado en la infraestructura y un preocupante retroceso en las políticas ambientales locales.

Durante años, la falta de planificación de la ciudad ha dado vía libre a la destrucción de los remanentes de ecosistemas -como bosques y cuerpos de agua- que han sido claves para mantener la calidad de vida de los seres vivos que habitan la ciudad. Según el último censo, para el 2022 la ciudad tenía 373.321 habitantes, en contraste con una población de 305.130 que había en 2010. Estas cifras evidencian que hay una ciudad con un crecimiento poblacional significativo: ¡más del 20% en tan solo 12 años! Y una ciudad que crece y no se planifica, solo puede terminar en desastre ecológico.

Hasta el año 2020, la ciudad no contaba con una ordenanza de arbolado urbano. El municipio tenía libertad para talar árboles o intervenir áreas naturales sin mecanismos de consulta ni control ciudadano. Por ello, entre diferentes agrupaciones ciudadanas empezaron a surgir preocupaciones por la situación ambiental de la ciudad, especialmente en lo relacionado con el poco arbolado que queda en medio de la selva de cemento que se expande. La Red Ecuatoriana de Forestería Análoga (REFA), el Frente Ambiental y la Mesa Provincial Ambiental se organizaron para impulsar un cambio institucional. 

Figura 1 y 2. La REFA presente documentando y evitando que creciera la deforestación del bosque Jelen Tenka.

Figura 3 Defendiendo el bosque Jelen Tenka. Marisol Angulo, miembro de la REFA, visibilizó el peligro de pérdida de este bosque por medios de comunicación. 2021.

Fue un arduo proceso de redacción, observaciones y modificaciones de la ordenanza, bajo la lupa del Ministerio de Ambiente, Agua y Transición Ecológica (la máxima autoridad ambiental del país). Pero después de un año y medio, se logró que el Concejo Municipal aprobara una ordenanza que regula el arbolado urbano en las siete parroquias urbanas de la ciudad. Y así se logró que en junio de 2021, el municipio de Santo Domingo emitiera la Ordenanza Municipal N°018-WEA (disponible en línea). Entre otras cosas, la normativa vigente exige que por cada árbol talado o dañado se planten diez árboles nativos de al menos un metro de altura. Ahora, su implementación está a cargo del departamento de jardines del municipio, pero la veeduría ciudadana sigue siendo fundamental. 

Mapa 1. Ciudad de Santo Domingo, ubicando las tres áreas de intervención con forestería análoga.

Con esta herramienta legal en mano, el siguiente paso fue proteger predios urbanos ya arborizados que se encontraban en riesgo de ser urbanizados. En particular, se identificaron y se lograron proteger tres áreas clave que juntas suman 26 hectáreas, bajo la figura de ACUS: Áreas de Conservación de Uso Sostenible. Esta figura restringe completamente el cambio de uso de suelo, dando prioridad a la preservación del ecosistema que lo habita. Las tres áreas involucradas están ubicadas en el centro de la ciudad. La primera de ellas es Bombolí Alto, con seis hectáreas entregadas en comodato a la curia. La segunda área es de la cooperativa de vivienda Nueve de Diciembre, donde hay diez hectáreas en buen estado de conservación natural. La última área es el Parque Jelen Tenka, un proyecto municipal de 40 hectáreas de las cuales 10 hectáreas fueron declaradas ACUS.  A continuación, se muestra en mapas la ubicación de estas 3 áreas, detallando cada una. 

Mapa 2. Aplicación de la zona A. En rojo, el ACUS Jelen Tenka. En azul, la franja de protección hídrica de Jelen Tenka. En naranja, ACUS de la cooperativa 9 de diciembre.

Mapa 3. Ampliación de la zona B. En amarillo, el ACUS Bombolí.

En estas zonas, la comunidad organizada, técnicos forestales y grupos ciudadanos -como la REFA- han implementado procesos de restauración ecológica basados en forestería análoga (FA). Esta metodología, a diferencia de la simple reforestación, se enfoca en reconstruir ecosistemas funcionales, utilizando especies nativas y replicando la estructura y dinámica del bosque original. Si bien la ordenanza no obliga a utilizar una metodología específica, sí exige explícitamente que se hagan procesos de restauración ecosistémica, en los que se priorice la siembra de especies nativas, y de doble y hasta triple propósito: ornamentales, medicinales y/o alimenticios. De igual forma, se explicita la necesidad de crear corredores de conectividad del paisaje: por eso, la forestería análoga, que ha hecho fuerte presencia técnica por medio de Marisol, ha sido la mejor opción de implementación. 

La aplicación de la forestería análoga ha permitido aumentar la biodiversidad urbana de forma medible y sostenida. En el caso del Parque Jelen Tenka, por ejemplo, hay tres hectáreas que no hacen parte del ACUS pero que funcionan como franja de protección hídrica: allí, se han sembrado más de 800 árboles nativos. El área de Bombolí Alto y el Parque Jelen Tenka han sido restauradas con especies nativas como: Fernán Sánchez, Laurel, Guayacán Boqueño, Guayacán Pechiche, Guayacán Rosea, Ceibos, Clavellín y muchas más. En total, incluyendo algunas exóticas con servicios ecosistémicos claves, se han sembrado hasta 50 especies.  Dos años después del inicio del proceso, se ha observado en ambas áreas una recuperación notable del dosel vegetal, el retorno de especies de aves e insectos, y una mejora visible en la calidad del suelo. Es decir, no solo se han plantado árboles: se ha restaurado un hábitat viable.

En comparación con otras prácticas municipales de reforestación -que usualmente utilizan especies ornamentales o exóticas – la forestería análoga ha demostrado ser una aliada para los procesos ciudadanos de conservación ecológica. Mediante mingas e intercambios de semillas se ha logrado fortalecer el tejido social que rodea a estas áreas boscosas urbanas. Se han hecho esfuerzos para incorporar especies propias del bosque tropical húmedo, que cumplen funciones clave en la regulación hídrica, la captura de carbono y la atracción de polinizadores. Esta experiencia concreta está demostrando que la restauración activa genera evidencia técnica y legitimidad ciudadana para defender los territorios. Además, la documentación sistemática del proceso ha sido clave para solicitar la declaratoria de estas zonas como Áreas de Conservación y Uso Sustentable (ACUS), figura legal que impide el cambio de uso de suelo. En este sentido, plantar un árbol nativo es también una estrategia legal y política.

Sin embargo, los desafíos continúan. La falta de coherencia entre la normativa de arbolado y las políticas de ordenamiento territorial ha sido uno de los grandes retos. A pesar de la existencia de la ordenanza, los planes urbanos continúan aprobando proyectos que amenazan zonas verdes restauradas. Tal es el caso del Parque Jelen Tenka. La franja de protección hídrica que ya mencionamos -que no hace parte del ACUS pero debe ser protegida por su importancia ecosistémica- se ha visto amenazada por la infraestructura mecánica de las atracciones del parque. Frente a este peligro, se presentó una denuncia ciudadana por daño ambiental, se solicitó una inspección oficial y se exigió remediación. Como resultado, se ordenó la siembra de 30 árboles, por los 3 árboles que se habían dañado. Y la vigilancia debe seguir, pues existe la intención de hacer una piscina de olas justo en esa área. Esto ha mostrado que, incluso habiendo la normativa, el riesgo de destrucción es latente y por ello es clave la organización ciudadana.

El caso de estas áreas boscosas de Santo Domingo nos demuestra que los beneficios de la forestería análoga no se limitan al plano ecológico. En los barrios donde se han implementado procesos de restauración y conservación urbana, las comunidades reportan mejoras inmediatas en su calidad de vida. La disminución del estrés térmico gracias a la sombra natural, recuperación de espacios para caminar, jugar y convivir, mejora en la calidad del aire y mayor sensación de seguridad son algunos de los beneficios que mencionan los habitantes. En una ciudad marcada por el calor extremo, el ruido, la contaminación y la inseguridad, estos espacios restaurados funcionan como refugios físicos y emocionales. Son lugares donde se reactiva el vínculo con la naturaleza, se fortalece el tejido comunitario y se promueve un uso colectivo y saludable del espacio público. 

A esto se suma que muchas de las comunidades involucradas en la restauración utilizan también plantas medicinales tradicionales, integrando prácticas de sanación propias del territorio. Sin embargo, la legislación municipal no contempla esta dimensión cultural, y en algunos casos las restricciones al uso de espacio público han afectado la continuidad de estas prácticas. Es urgente que las normativas reconozcan el valor espiritual, medicinal y cultural de los ecosistemas urbanos restaurados. Actualmente, se está iniciando un proceso de restauración en la comuna Chigüilpe, parte de la nacionalidad Tsáchila: hasta la fecha, se ha logrado establecer dos parcelas de muestra que serán claves para incentivar a que se expanda el proceso de recuperación del bosque. A la par, se trabaja poco a poco en incentivar el recuperar el valor intangible de la naturaleza en la comuna, para luego poder exigirlo como un mandato municipal. 

La experiencia de Santo Domingo muestra que la forestería análoga puede ser una herramienta poderosa de transformación urbana. No solo permite recuperar biodiversidad y mejorar la salud comunitaria, sino que fortalece la participación ciudadana, genera argumentos legales y reconfigura la relación entre las personas y su territorio. Hoy, la lucha continúa. Hoy la REFA junto al Frente Ambiental, exigen activamente una política municipal que reconozca oficialmente las zonas restauradas como áreas verdes intocables. Esto implica actualizar el catastro urbano, impedir ventas de terrenos con valor ecológico, y destinar recursos públicos para su cuidado y ampliación. También se plantea la necesidad de una ordenanza específica que incluya la forestería análoga en los instrumentos de planificación territorial y que priorice el uso de especies nativas en toda restauración de bosques urbanos: esto apenas es un sueño, que dé continuidad a un proceso arduo de lucha.

En tiempos de crisis climática, restaurar ya no es una opción estética: es una necesidad urgente y un acto de resistencia. Resistir al modelo urbano que arrasa con lo verde, resistir al olvido institucional, resistir al despojo del espacio público. Cada árbol sembrado, cada comunidad organizada, cada predio protegido, es una afirmación colectiva de que otra ciudad es posible. Materializar la utilidad política de metodologías como la forestería análoga no sólo es relevante: es fundamental. Es una de las tantas formas en las que se puede afianzar el poder de la ciudadanía de incidir en la política y las decisiones locales de sus territorios. 

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